Se considera a la primer bandera propia de México aquella que enarboló durante el Grito de la Independencia Miguel Hidalgo y Costilla en 1810: un pabellón de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Para 1813, las fuerzas insurgentes diseñaron otra Enseña Nacional: una Bandera de seda blanca, bordeada por una cenefa de cuadros azules y blancos, en cuyo centro se montó un Águila posada sobre un Nopal que ostentaba una Corona imperial. Circundando el Escudo se leía una leyenda en latín que rezaba: Oculis et unguibus aeque victrix, que significa "Con los ojos y las uñas, igualmente victoriosa". Durante el Primer Imperio Mexicano, se decretó que las franjas del Lábaro Patrio debían cambiar de posición. En la franja blanca se coloco el Águila solitaria, con las alas abiertas y de frente; en tanto que la cabeza se plasmó de perfil, luciendo una corona imperial. Posteriormente, en 1823, el Congreso Constituyente decretó que el Escudo presente en la Bandera Nacional se conformaría de acuerdo con la tradición indígena, es decir: el Águila de perfil y posada sobre un Nopal, devorando a la Serpiente y sin la corona imperial.
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